Ateneo 22 de mayo de 2008

Esta es la tercera y última presentación del equipo de familias ensambladas, hasta ahora, en los dos ateneos anteriores, comentamos situaciones en las cuales el duelo congelado produce efectos en la construcción de subjetividades y ligado a este proceso, cuando en los casos de divorcio destructivo se interfieren las relaciones entre padres e hijos, con la pérdida total o temporal del contacto y sus consecuencias en el vínculo.
Hoy vamos a focalizar en dos temas que en algunos de los casos, aparecen como centro de los desacuerdos en la relación de la nueva pareja: división del trabajo y manejo del dinero como focos de conflicto.
Vamos a centrarnos en las parejas de familias ensambladas, pero antes haré algunos comentarios más generales acerca de cómo, los cambios producidos en la relación con el trabajo extra doméstico en las mujeres, provocan, entre otros factores, la necesidad de modificar algunos aspectos de las relaciones entre los géneros.

 

En los sectores medios, los cambios de los últimos tiempos en relación a la inclusión de las mujeres en el mercado laboral, traen aparejados la necesidad de renegociar algunos de los arreglos tradicionalmente aceptados, al interior de la pareja, en lo atinente al manejo del dinero y la distribución del trabajo doméstico y extra doméstico.
En el libro “Familia, trabajo y género” Catalina Wainerman dice “familia y trabajo fueron temas tratados por separado por los científicos sociales”; ella propone una lectura conjunta de los cambios que se fueron dando en la familia y en las diversas formas que tomó la distribución del trabajo doméstico y extra doméstico en los últimos años en la Argentina.
Wainerman pone en cuestión las teorías de los autores que fundamentan estos cambios solo en aspectos macro económicos: vicisitudes del mercado de trabajo, o en cambios socio demográficos: postergación del inicio de uniones matrimoniales, disminución del número de hijos, aumento de separaciones y divorcios, expansión de los niveles de educación en las mujeres.
Otro grupo de estudiosos centrando los análisis desde una perspectiva de la familia, ha enfatizado los procesos microeconómicos, atendiendo a la distribución del tiempo asignado al trabajo económico, al doméstico y al ocio; aplicando a la familia el mismo criterio de cálculo que si se tratara de una empresa, estos investigadores se acercan a la problemática mirando la oferta laboral de las mujeres como función de la ocupación o desocupación de los maridos, buscando definir la mayor o menor rentabilidad de la pareja. (1) Wainerman, 2003.
Según esta autora, la inclusión más duradera y en muchos casos estable de las mujeres en el mercado laboral, responde a causas más complejas, que podrían iluminarse focalizando en las posibles articulaciones de ambas esferas: laboral y familiar. Si bien cada una de estas esferas tiene sus leyes y dinámica propias, ambas se rigen por una lógica que comparten: el criterio de división del trabajo entre los sexos. Este punto pone de relieve la importancia de atender a los cambios en marcha en las relaciones entre los géneros.

 

(El estudio de Wainerman y colaboradoras está centrado en el área Metropolitana)
El desarrollo de actividades extra hogareñas, remuneradas, de manera sostenida en las mujeres, así como el impacto de la desocupación o la fragilidad del empleo en los varones, en los últimos años en nuestro país, están mostrando la generación de subjetividades muy distintas a las que se ponían en juego en una estructura más tradicional, de proveedor único, masculino.
En este punto me parece útil citar un texto de Ana María Fernández acerca del concepto de subjetividad: “El término subjetividad suele usarse de modo poco preciso, a veces indistintamente como sinónimo de sujeto, otras como sinónimo de psíquico, otras como subjetivo opuesto a objetivo. Como noción teórica implica la revisión de aquellas narrativas “psi” que han colocado la subjetividad como interioridad, en oposición a un mundo o realidad pensados como exterioridad.
Este concepto, forma parte de un modo de pensamiento que intenta repensar las oposiciones binarias clásicas: interioridad-exterioridad; profundidad-superficie; sujeto-objeto; individuo-sociedad; consciente-inconsciente; estructura-acontecimiento”…Esta noción(subjetividad) plantea también la necesidad de teorizar sobre la diversidad de los modos de subjetivación: históricos, de género, de clase, de etnias…intenta pensar la subjetividad en la articulación social e histórica de los procesos que clásicamente hemos estudiado, con las prácticas de sí que el paso por las sucesivas instituciones constituye. Las instituciones, no solo la familia, producen subjetividad” (3)
A partir de la década del 80, en nuestro país, ingresaron al mercado laboral, mujeres casadas, con hijos, cuya decisión no estaba basada solo en los procesos de una sociedad en crecimiento, que amplió las posibilidades de inclusión profesional y laboral de las mujeres, en este sector más bien se vinculó, en ese momento, con la necesidad de hacer un aporte económico al presupuesto familiar, deteriorado por las condiciones críticas de los jefes de hogar, sometidos a la inseguridad laboral, la flexibilización de los contratos, los despidos y la caída del Estado como red de sostén.
En los últimos 20 años, muchas familias pasaron de estar económicamente organizadas con un único proveedor masculino, a una organización de dos proveedores y en muchos casos, aunque sea de manera temporal, a una única proveedora mujer. A raíz de las características del mercado laboral (era más fácil para las mujeres conseguir trabajo aunque peor remunerado) muchas parejas se vieron en la necesidad de cambiar las funciones tradicionales e invertir lugares en lo cotidiano de la dinámica familiar: mujeres en la esfera pública del trabajo y hombres asumiendo las tareas del hogar y el cuidado de los hijos en el ámbito privado.

 

Numerosas consultas de los últimos años en relación a situaciones de violencia familiar o conyugal, tienen como telón de fondo, las dificultades de algunas parejas para renegociar sus relaciones a partir de estos cambios. Si bien podemos pensarlos como promovidos desde el contexto más amplio (fuerza contextual: prefigurada por el contexto vigente), también es importante que tengamos en cuenta, para nuestro trabajo como clínicos, su fuerza implicativa ( lo que la acción realizada implica para el contexto) (2) Pearce,1994 Este cambio en las prácticas motorizó cambios en la producción de subjetividad.
Una vez más es desde las prácticas concretas, que nos vemos estimulados a pensar las modificaciones, lentas pero sin pausa, que se vienen sucediendo en las relaciones entre varones y mujeres, como así también en la influencia que estos cambios tendrán en la subjetividad de los hijos en crecimiento. La incorporación, por parte de las mujeres del trabajo extra doméstico, como un valor que no quieren resignar, construye subjetividades y promueve interesantes modificaciones en las relaciones de poder en la pareja, que repercuten en la dinámica familiar.
En las familias con un modelo de funcionamiento tradicional, en las cuales las mujeres no trabajan fuera del hogar o el ingreso por su trabajo no es significativo para el sostén económico de la familia, las mujeres administran el dinero para el manejo de las necesidades cotidianas: alimentos, servicios, vestimenta. El varón de la pareja genera el dinero y la mujer administra una parte. Es un dinero invisible, se “diluye” en la vida cotidiana, no está ligado al placer, si no a la satisfacción de las necesidades básicas de todos, su administración no permite elegir, su destino está prefijado, no hay margen para lo individual, no otorga poder ya que no está vinculado a las grandes decisiones. (4) Coria, 1991. Las mujeres que por necesidad o vocación han vivido la experiencia de generar ingresos iguales o superiores a los de su pareja, están mostrando cambios en su mirada de sí, que incluyen la variable laboral como un aspecto jerarquizado de su subjetividad, proponen definiciones de la relación de mayor igualdad, participan o intentan participar activamente en las decisiones a tomar en el plano económico y esperan o proponen cambios en la organización del trabajo doméstico y el cuidado de los hijos.
La división del trabajo doméstico, el cuidado de los hijos y las decisiones en lo relativo al uso y administración del dinero, están presentes en muchas consultas, como parte del malestar que conduce a las parejas a la búsqueda de ayuda.

 

En las parejas de familias ensambladas, estos temas adquieren aun mayor complejidad. Los acuerdos y desacuerdos con respecto al uso y distribución del dinero, ponen en evidencia otros desacuerdos, relativos a expectativas diferentes en relación al proyecto común.
Discutir sobre cómo y cuánto destinar a los hijos de uno y otro; la organización de las vacaciones; viajes; compras de objetos para el uso común en el hogar; dinero destinado a los hijos en común y su diferencia respecto de los hijos de otras parejas; cuota de alimentos para los hijos no convivientes, pone en la mesa de negociación aspectos de la relación que en las etapas iniciales no habían aparecido.
En la indagación acerca de cómo resuelven o no estas problemáticas, aparecen dolores que van más allá de la cuestión específica del dinero y muestran más bien una dificultad para diferenciar y clarificar quién es quién en esa relación, qué lugar ocupa el pasado en el presente, según la historia vital de cada uno, previa a la conformación de la unión.
En los casos de parejas conformadas por hombres divorciados, con hijos no convivientes, casados o unidos con mujeres más jóvenes, sin hijos, económicamente independientes; la división del trabajo en relación a lo doméstico y el uso del dinero, se tornan dos temas especialmente conflictivos.
Los varones de alrededor de 50 años, divorciados o separados, con hijos, que vienen de organizaciones familiares tradicionales, en las cuales han sido únicos proveedores o cuyo ingreso era el aporte principal para el sostén del hogar, no tienen incorporado, en su mayoría, en su subjetividad el trabajo doméstico compartido de manera igualitaria con su pareja. En caso de ocuparse de alguna tarea la describen como una “ayuda” o “colaboración”.
Este modo de pensarse en la relación generalmente va acompañado de la seguridad de que las decisiones económicas de peso son de su competencia.
Las mujeres de entre 30 y 40 años, que han desarrollado alguna actividad laboral profesional o no, se han subjetivado incorporando el valor del trabajo remunerado. Acostumbradas a percibir un ingreso, después de algún período de autonomía económica, en el momento de decidir la convivencia proponen un modelo de relación igualitario respecto de la división del trabajo doméstico; en lo económico esperan sostener su independencia y participar de las decisiones en la economía conjunta.
A este tipo de parejas se les plantea, en esta etapa de transición, una problemática que yo describiría como de “encrucijada de modelos”, no pueden resolver, sin conflictos, los acuerdos necesarios para la convivencia. Lo que les resultó atractivo en un nivel, opera como obstáculo en otro.

 

Los desacuerdos que presentan en el momento de la consulta, muchas veces están ligados a temas relativos al manejo del dinero y la distribución del trabajo doméstico o extra doméstico. La distribución del tiempo aplicado a las tareas del hogar y la crianza de los hijos, en parejas que tienen una unión anterior, agrega otros ingredientes a los ya mencionados de la renegociación de funciones y cambios en las relaciones entre los géneros; se trata de pensar y distribuir el dinero y el tiempo, las decisiones y la circulación del poder, en relaciones cuyas expectativas son diferentes para cada uno de los miembros de la pareja: además la palabra y la opinión de otros adultos con peso en la vida de los hijos, interviene muchas veces perturbando los posibles acuerdos de los miembros de la pareja.
Cuando los hijos no conviven con el padre y van con frecuencia a su hogar, las normas diferentes en los dos hogares son uno de los temas centrales de malestar, cuando avanzamos en la indagación de los problemas, tanto el modo de resolver la distribución del trabajo doméstico como la distribución del dinero adquieren relevancia.
Cuando el nivel económico es muy diferente en el hogar del padre y el de la madre, los hijos se convierten en el vehículo de transmisión de los comentarios, quejas, reclamos y pedidos, con el peso que esto significa para ellos en la relación con el padre y su nueva pareja.
Cuando la pareja de la madre es la que sostiene el hogar, el dolor y enojo de los hijos están muchas veces vinculados a tener que aceptar su dependencia económica de una figura que no es el padre y que en algunos casos ejerce su poder con el manejo y distribución del dinero.
Pensamos que todas estas cuestiones se dirimen de muy diverso modo en cada una de las familias, estamos comentando solo algunas de las situaciones más frecuentes en las consultas.
A los estilos relacionales de cada uno de los miembros de la pareja, en relación al manejo del dinero y la distribución del trabajo, incorporados en sus familias de origen, debemos sumarle en los casos de familias ensambladas, la historia construida al respecto, por cada uno en sus uniones anteriores.
Si lo aprendido e incorporado en las familias de origen opera como lente para mirar, comprender y organizar la vida cotidiana, en estas familias, la presencia concreta de “los otros” (ex parejas y miembros de las familias de origen) impacta con su acción y su palabra, generalmente involucrando a los hijos y enrareciendo el clima afectivo para todos.

 

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Bibliografía

Artículo Ana Martínez en Sistemas Familiares Diciembre 2007

(1)
“Familia, trabajo y género” Catalina Wainerman (comp.)
FCE, Buenos Aires, 2002
“La vida cotidiana en las nuevas familias: ¿una revolución estancada?” Catalina Wainerman, Lumiere, Buenos aires, 2005

 

(2)
Nuevos modelos y metáforas comunicacionales .El pasaje de la teoría a la praxis, del objetivismo al construccionismo social y de la representación a la reflexividad .Pearce, Barnett en “Nuevos paradigmas ,cultura y subjetividad” Dora Schnitman( comp) Paidós, Buenos Aires, 1994

 

(3)
Autonomías y de-construcciones de poder Fernández, Ana María en “Psicoanálisis y Género”
Debates del foro
Irene Meler- Débora Tajer (compiladoras)
Lugar editorial, Buenos Aires, 2000

 

(4)
”El sexo oculto del dinero” Clara Coria, Paidós, Buenos Aires, 1991

 

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