1- Estética de nuestro pensamiento.

[dropcap type=»circle» color=»#ffffff» background=»#555555″]C[/dropcap]on frecuencia en el trabajo con las familias nos encontramos ante paradojas. Las paradojas emergen en virtud de la recursividad, señalándonos el límite de nuestros lenguajes, de nuestros discursos y de nuestra lógica. La posibilidad de pensarnos a nosotros mismos, de volver recursivamente sobre nuestras hipótesis y nuestras intervenciones, hace posible que lo que antes había sido invisibilizado se haga presente, generando la perplejidad de quien se enfrenta a lo indecidible. Es decir, lo irresoluble de aquella contradicción que resulta de la deducción correcta de premisas congruentes. Sin embargo, no se trata de anular o resolver la paradoja. Los límites visibilizan el territorio de pensamiento y las dimensiones sobre las cuales construimos el edificio del conocimiento. Al mismo tiempo, nos presenta la oportunidad de ampliarlo o, mejor aún, de reconfigurarlo completamente. La reflexividad no puede entrar dentro de los cánones de la estética dicotómica. Se trata de un nuevo tipo de experiencia estética: la de los enfoques de la complejidad que demanda desarrollar perspectivas no-dualistas capaces de mantener la diferencia, reconocer la legitimidad en cada ámbito de cada una de las descripciones: lineal y no lineal, continua y discontinua, analítica y sintética, etc. ya que ninguna puede ser completa en si misma, ni es completada por la otra. Estética, en el sentido de una forma producida por los seres humanos, una perspectiva entre muchas otras y no la forma natural del mundo. (Najmanovich, D. 2008 Pág. 20)
Las familias con adolescentes que adhieren a diferentes tribus urbanas me han mostrado que sólo contra el telón de fondo de una cierta definición de racionalidad algo resulta irracional. No es casual que cada uno de estos adolescentes haya adherido a una tribu en particular, por el contrario su inscripción respeta las modalidades relacionales familiares. La hipótesis que propongo sostiene que eligen una tribu por que en ella comparten una estética y una ética que les son familiares. Sin embargo, no sólo se trata de una repetición. En ella está, junto con la repetición la novedad, junto con lo anormal la normalidad, junto con lo saludable lo loco, junto con la aceptación la protesta. La diferencia en la similitud, la inclusión en la exclusión, la conexión en lo desconectado.
Estos chicos desde el discurso hegemónico del DSM IV ¿serían borderlines, oposicionistas? En lugar de buscar el significado enigmático, irracional o anormal, asumí que toda conducta tiene sentido aun cuando genere displacer o sufrimiento. Los sistemas son “perfectos; los seres humanos no somos maquinas triviales, nuestras conductas tienen sentido en el sistema de significaciones en las que se presentan”. (Cecchin 1998).

Así, una manera de buscar sentido en el sin sentido fue pensar a estas familias desde una perspectiva transdisciplinaria que incluyera lo sociológico, la teoría literaria y la filosofía. No soy experta en ninguna de estas disciplinas, solo tomé lo que pude de ellas para pensar en los limites, en la confluencia de los diferentes discursos, y también en el espacio “Inter” en donde los diferentes discursos se chocan, posibilitando trascender las posiciones esencialistas en las que es todo pérdida o todo afirmación.
Al decir de los antropólogos estas familias ponen en contradicción la perspectiva “etic” y la “emic”. En la perspectiva “emic”, es el punto de vista del “nativo” lo que prevalece, se asume por ende que todo lo construido y dicho al interior del sistema es necesariamente “la verdad”; mientras que en la segunda vertiente (etic) lo que organiza el conocimiento proviene de las imputaciones de un observador externo al sistema, que no sabe (no puede, no quiere) dialogar con los elementos emic, es decir, con las representaciones interiores o nativas. Ello vuelve prácticamente imposible un dialogo epistémico entre perspectivas, ya que las diferencias en la apreciación se convierten fácilmente en un forcejeo inútil entre posiciones. Donde unos ven anomia y desviaciones otro ven cohesión y propuestas.

2. Estética familiar: sensibilidad a las “pautas que conectan”.

Para desarrollar este apartado, voy a presentar tres casos clínicos de familias con adolescentes pertenecientes a tres tribus urbanas diferentes.

2.1 Familia A. Emo:

Alicia, la madre, es la mayor de 4 hermanas. Ricardo, el padre, es hijo único padres divorciados cuando él tenía 12 años. Están separados y tienen 2 hijas: Analía de 13 años y Martina de 11 años.
MC: Analía es derivada por la escuela por que la ven ausente, triste y con mal rendimiento escolar. Repitió por segunda vez y es compañera de su hermana menor.
Se produce automutilaciones en los brazos. Cambió su modo de vestir y no respeta pautas escolares: tiene el pelo en la cara, se niega a usar el uniforme, etc. Bajó mucho de peso y cambió sus hábitos alimentarios: come muy poco, rechaza las carnes y otros alimentos de origen animal. Se da “piquitos” con algunas chicas en el recreo. Una vez me dice “nos dejamos con Guillermo ahora estoy de novia con Micaela”. Se encuentra a escondidas con chicos que conoce a través de Internet. Aparece en un blog semidesnuda con mensajes “subidos de tono”. Frecuenta la galería “Bond Street” y la Plaza Pizurno donde se encuentra con amigos.
Historia familiar: separados por última vez en diciembre del 2006. Alicia estuvo internada por intento de suicidio con alcohol y barbitúricos, fecha a partir de la cual las hijas migran caóticamente de la casa del padre a la de la madre.
Cuentan que Ricardo le fue infiel a reiteradamente.
Recorto algunas frases del discurso de Alicia: “Yo era un ama de casa dedicada a las nenas hasta que le jugué con la misma moneda”. “No me separé por que dependía de él económicamente”. “Salía con tres tipos por noche. Había mucha violencia, alcohol”. “En las peleas, Ricardo se provocaba cortes con los vidrios que rompía. Está obsesionado conmigo”.
Algunas frases de Ricardo: “Una vez encontré a las nenas (tenían 10 y 8 años) leyendo Kamasutra en presencia de la madre ”. “Yo salve a mi padre de morirse tras varios intentos de suicidio. Mi madre se dedicó a cuidarme y nunca volvió a formar pareja. Yo quería salvar la familia”. “Ella es una ‘psicótica grave’, el psiquiatra la diagnosticó como Borderline”.
Alicia no trabaja, Ricardo tampoco, fue despedido reiteradamente de muy buenos trabajos “por que no cumple”. Todos viven de la escasa renta de una propiedad heredada. Hay un manejo del dinero que me resulta incoherente. Ricardo no paga el colegio, pasa alimentos irregularmente pero se paga una facultad privada, alquiló una quinta para pasar el verano y se compro un auto nuevo, etc.
Actualmente Alicia formó una nueva pareja con Jim y tuvieron un bebe. Jim es un extranjero de 40 años, soltero, sin hijos. Ella especula con que él, va a aceptar y mantener a las chicas cuando se encariñe con ellas. Jim dice: “Me siento presionado. De pronto me encontré con una mujer, una hija de tres meses que no esperaba y dos adolescentes difíciles de las que su padre no se hace cargo económicamente”. Jim las expulsa con frecuencia del inmueble donde viven y las chicas vuelven a circular de casa en casa con sus pertenencias.
Martina expresa: “papá y mamá se pelean por no tenernos” La madre dice: “Jim las va a correr de una patada si no se portan bien”
En una sesión que para mí marcó una diferencia en el proceso, Analía se levanta el cabello de la cara, se saca los guantes con los que cubría sus heridas y me los entrega. Yo sentí que ese acto era simbólico. Pero no entendía su significación. Tiempo después Analía me dice ¿viste la nota que salió en el periódico X? Es mi amigo Nahuel. Nosotros somos Emos.

A partir de allí mi perplejidad aumentó. Era necesario complejizar la mirada. Lo familiar ya no alcanzaba, era necesario incluir la dimensión de lo social. Al incluirla la paradoja y la sensación de borde eran mucho más intensas. ¿Cómo pensar esto?
Los cortes, la “anorexia, las relaciones homosexuales, la negativa a usar uniforme escolar, su emotividad, etc. adquirían para mi otro sentido: Le daban pertenencia, identidad, construían su lugar. Los síntomas ya no solo eran una repetición de lo familiar. Incluían también la novedad. ¿Podía seguir pensándolos como síntomas? ¿Síntomas de qué?
Expresar un estado emocional, y hacerlo de manera compartida es mejor que corroerse en soledad y estallar en patologías graves.

2.2 Familia B. Punk

Adolfo: 48 sin trabajo hace 4 años. Susana: 40 empleada administrativa
Hijos: Lucila:16 repite 3º año- Leonardo: 14 2º año- Nayla: 11 6º año EGB

MC: derivados por la psicóloga de Lucila a terapia de familia. Consumo de drogas, alcohol. Cambio de carácter coincidentemente con el cambio de colegio cuando repitió 2º año. Fue internada por un coma alcohólico, episodio a partir del cual inicia tratamiento ambulatorio. Pesaba 42 Kg. No dormía, fumaba en exceso. Desafiante, con fugas del hogar.
Leonardo también repitió de curso. Integra tribu urbana: Punks. Se pone en situaciones de riesgo con los Skinhead. Nayla esconde pruebas escolares y falsificó firmas de los padres.
Adolfo visiblemente deprimido, denuncia a los chicos por su conducta. Habla muy poco y parece abatido. Tiene un buen lenguaje. Trabaja ad honorem armando videos sobre temáticas adolescentes en las villas. Paradójicamente, trabaja por la recuperación social de adolescentes en riesgo.
Susana entre enojada y abatida, trata de “mantener el barco a flote”. Reclama la ayuda de Adolfo, pero siente que él es ineficiente y la deja sola.
Lucila denuncia disfunciones familiares: falta de diálogo y formas inadecuadas de control. “Papá esta ausente o bien estalla en violencia”.
Leonardo, metido en si mismo, casi no responde a las preguntas. Cuida de Lucila y tiene un buen vínculo con ella.
Nayla no puede hablar, enrojece ante las preguntas e intenta pasar desapercibida.

Expresiones destacadas:

Adolfo: “ellos me echan la culpa de todo” “yo soy nadie en esta casa” “un hombre que no trabaja no es un hombre y no merezco ningún respeto. Soy una basura”. “Yo soy el ogro por que intento poner limites”. “En al villa con los chicos me siento alguien”.

Susana: “él es violento, no se controla, no se disculpa”. “Yo estoy cansada de ser la mediadora entre el y los chicos”.

A la tercera sesión solo asisten Susana y las 2 hijas. Observo con asombro que Aldana “de pronto” tiene un vientre prominente. Hace 2 días anunció que está embarazada de 6 meses.
Tuvieron reiteradas ausencias sin previo ni posterior aviso, muchas veces vinculadas con situaciones relacionadas con Leonardo: fue atacado por los Skinhead, se fugó de la casa y no lo encuentran etc. No asistieron a la 4º sesión y tampoco informaron de su ausencia. Yo decidí no insistir con mis llamados.

2.3 familia C. Pibes chorros- Cumbia Villera

Daniel (42) Diseñador grafico- Marcela (42) Psicopedagoga. Docente
Hijos: Julián (18)- Luciano (16) –Sol (15)- Emilia( 4).

Marcela tiene ataques de pánico frecuentes. Denuncian: “La familia es un caos” Los chicos no estudian. Los varones se vinculan con chicos de la villa, delincuentes, consumen marihuana toman alcohol. Luciano abandona el colegio y consume esporádicamente heroína para “mejorar su creatividad”.
Julián tiene impulsos violentos. Recorto algunas de sus expresiones: “Disfruto del riesgo”. “Mamá es un pulpo, te asfixia, yo me aíslo es la única forma”. “Yo soy diferente, no quiero ser diez, quiero ser un mediocre”.

“¿De que ley?” dice Luciano, Yo no cumplo ninguna ley. “¿De que les sirvió cumplirla? Yo solo quiero ser feliz. Sin ataduras. Soy anarquista, quiero ser libre”.
Marcela: “yo perdí el control. Daniel es contemplativo, con una indiferencia franciscana”. “Él es el padre. Tiene que poner la ley. Establecer orden, disciplina”.
Daniel: “Soy un 4 de copas. La mejor forma de no perder es no participar. Ella es autoritaria, me oprime, esvaloriza. Yo soy de origen campesino y siempre fui discriminado”. “Yo no voy a imponer ninguna ley. Quiero hijos libres. ¿Qué es la función del padre: ser un reproductor de la cultura y del sistema? ¿Reproducir la desigualdad y la injusticia? En el fondo me gusta que sean así”.

3. Características comunes

Si bien no es una muestra representativa para realizar un análisis, en estas tres familias se encontrarían algunas insistencias:

  • Familias excluidas del sistema. Desocupación o subocupación. Nivel cultural superior a su nivel económico.
  • Roles paternos “fragilizados” (desempleo- enfermedad psíquica)
  • Desacuerdos parentales.
  • Fuertes conflictos en la pareja parental.
  • Desborde familiar. Intentos caóticos de establecer de límites. Limites que no se sostienen.
  • Familias con varios menores en riesgo: caminan en los bordes.

Como expresión en acto de las características citadas estas familias mostraron dificultades para sostener el encuadre terapéutico.

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4. Estética y ética de las intervenciones terapéuticas

En el desarrollo de este trabajo intenté pensar los aspectos estéticos desde una triple vertiente:

Por un lado, la estética de nuestro propio pensamiento, la de la complejidad que tiene la recursividad como base. Me refiero: a la aceptación de la diversidad, en una danza interactiva de opuestos y contradicciones; al respeto por la complejidad ecológica; y a la coexistencia de diferentes lenguajes (lo uno- múltiple y lo uno-diverso).
Por otro lado, se me hizo evidente la relación de similitud entre la estética familiar y la de las tribus a las que estos chicos adhieren. Esta estética parece representar de un modo casi caricaturesco la emocionalidad en la que se sustentan los vínculos en estas familias y de estas familias con la sociedad. La tristeza de los Emos, el violento desencanto de los Punks, la afirmación amenazante de los chicos de la Cumbia Villera. Por último, deseo convocarlos a reflexionar acerca del entrelazamiento de estos dos aspectos en la estética de las intervenciones.
Al aproximarme a estas familias sentí que cualquier intervención que enfatizara la finalidad, “el deber ser”, era ecológicamente peligrosa ya que podría amenazar su organización. Era fácil hablar de la necesidad de límites, del riesgo del desborde, del acuerdo entre padres, de la necesidad de la ley, etc. Pero algo en mi que no es objetivo, ni se deduce de la teoría, me indicaba que era un camino que no conducía a ningún lado, ya que no respetaba la configuración vincular particular de la familia. Eran propuestas ajenas a su forma, a su estética. Así como para un artista las destrezas técnicas son secundarias con relación a una perspectiva más abarcadora, en el contexto terapéutico cuando más nos empeñamos en producir el cambio más nos apartamos de su posibilidad. El reto consistía en ser paciente y esperar. Recordé a Bateson (1970) cuando dice: “La acción, si esta de algún modo planificada, debe estarlo siempre sobre una base estética”. Y también a Foerster (1980) en su imperativo estético: “Si quieres ver aprende como actuar”. Vinculado con el imperativo ético: “Actúa siempre como para ampliar el número de alternativas”.
¿Cuál es, entre las opciones, la que elegimos ver? Y ¿qué hacer para verla suceder? Hablar de elección implica introducimos en el campo de la ética.
La reflexividad también implica que el autor es personalmente responsable de sus resultados. No puedo decir a los demás cómo pensar y actuar, sólo puedo decírmelo a mí mismo: éste es el origen de la ética. Si algo ya está fijado, si tiene una solución, eso ya no depende de nosotros. Depende de nosotros aquello que no tiene una solución, lo que no es decidible siguiendo un procedimiento formal y, en esos casos, es cuando nos corresponde ser éticos. Ser ético quiere decir tomar un riesgo y en este sentido podríamos pensar que cada intervención en el sentido generativo es un riesgo que el terapeuta toma.
La ética, de por si invisible, se hace visible en la metafísica y en la dialógica. Pertenece al reino de lo trascendental, de lo que no puede decirse, sino sólo mostrarse. En relación con esto en el Tractatus leemos: “De lo que no se puede hablar, se tiene que callar”, “lo inexpresable, es lo que se muestra a sí mismo”. (Wittgenstein, L. 1921)
Bateson, vincula ética y estética cuando expresa que: “la posibilidad de una ética de relación entre la naturaleza y los hombres demandaría una respuesta estética. Una aproximación a los criterios que anteceden a la determinación de los códigos, es decir, de los criterios de los que nos valemos para decidir por un código u otro, por una serie de normas u otras”. Éste ámbito, es el de la forma, el de la configuración, el de la pauta, el de lo estético”. (Bateson 1980)

Decisiones: a modo de apertura y cierre.

Entiendo a la terapia como un espacio intercultural en el que conviven sosteniendo siempre la tensión, como en la danza, la igualdad y la desigualdad, la conexión y la exclusión, la similitud y la diferencia.
Pienso que las prácticas que crean a la familia son las practicas de cuidado. El cuidado es una dimensión decisiva de las prácticas familiares, ya que éste constituye la condición de posibilidad del conjunto. Entiendo el cuidado como aquella disposición de aceptación del otro que acepta la diferencia. Familiarizarnos es diferenciarnos, ser en la diferencia. Es ese espacio “entre” el espacio privilegiado para la constitución de la subjetividad. Espacio de unión pero también de lucha y tensión, de encuentro y desencuentro. Sin embargo, no hablo de búsqueda de completud, vinculada a la carencia, hablo de una operatoria de presencia mutua que constituye la potencia instituyente del cuidado.
Cuando un niño cuida a un padre lo entendemos como “inversión de roles”. Sin embargo, la familia hoy, en condiciones de incertidumbre, parece estar generando nuevas formas de cuidado, diferentes al amparo, que suponía la seguridad y la protección dada por el más fuerte al más débil. Hoy, al menos en estas familias, aparecía muy claramente que la relación se produce entre frágiles. (Lewkowicz, I. 2002)
Si la practica terapéutica es en algún sentido realmente un “arte” es posible entonces que la “ecología interna de las ideas” sea un sinónimo bastante exacto de aquello que también podría llamarse sensibilidad estética. Mucho antes de considerar cómo es que “te

ndrían que ser las relaciones de un sistema”, seria deseable que dedicásemos algún tiempo a las cuestiones del ámbito de la forma, el de lo estético.
Esto implicó tomar la decisión de intervenir de un modo no- regulatorio, procurando no introducir ninguna “ley” externa a la ecología del sistema familiar. Opté por generar un espacio de encuentro en el que la “extrañeza” con respecto al otro estimularan en mí la curiosidad y no la reprobación. De modo tal que la indagación acerca de sus formas de cuidado, pudiera conducirlos a nuevas alternativas para vivir en familia que ampliara sus posibilidades de vivir con menos sufrimiento y riesgo.