Hace ya casi veinte años, en nuestra institución circulaba un texto  (de 1997) que se llamaba “Algunas consideraciones acerca de los pactos de amor, de alianza y de sangre”. Obviamente se refería al encuentro amoroso, el casamiento y la reproducción entre un hombre y una mujer.

 

El pacto de amor y la configuración de la pareja heterosexual bajo el imaginario del amor romántico, era la puerta de entrada a la familia. Esta secuencia en la vida de las parejas era lógica. Hoy, muchas parejas heterosexuales se enamoran, se casan y tienen hijos, pero no necesariamente ésta linealidad es la única posible. La esperanza del amor para toda la vida perdió credibilidad ante las separaciones y  divorcios cada vez más frecuentes y tempranos. Muchas parejas conviven sin casarse, la heterosexualidad dejó de ser el paradigma de la relación amorosa y muchos modos de vivir la sexualidad, la relación amorosa y la familia, se han puesto de manifiesto. Algunas de estas  modalidades también se van reconfigurando a partir de las posibilidades de las nuevas tecnologías en general y en particular de la reproducción asistida.

 

El siglo XXI nos sorprende con novedosas formas de  existencia. Las teorías, conceptos, que formaron varias generaciones de terapeutas, creados en  los imaginarios sociales de la modernidad, hoy no alcanzan para comprender las experiencias que muchos de nuestros consultantes nos convocan en busca de ayuda. Estas experiencias sorprendentes y novedosas también traen aparejados nuevas formas de sufrimiento.

 

Estamos viviendo un siglo muy complejo pera también apasionante ya que nos empuja a pensar en el límite de lo que sabemos. Eso mismo, es lo que nos desafía y nos entusiasma. Es necesario afilar el pensamiento para poder abrir los pliegues de situaciones, que parecen una superficie perfecta a primera vista y, tal vez no sea otra cosa que lo que durante mucho tiempo hemos denominado normal, natural.

 

Hoy  si queremos ampliar nuestro pensamiento hacia las diversidad de experiencias que vamos comenzando a ver, en primer lugar necesitamos tener una perspectiva de cómo llegamos a pensar qué era normal y qué no, y detectar sobre todo cuáles fueron las estrategias de formación, de formulación de los problemas a las cuales adherimos o adheríamos; cuáles eran las preguntas que nos hacíamos al respecto.

 

Nuestra experiencia actual con parejas, nos permite pensar que estamos en una época de deconstrucción y de construcción de nuevos imaginarios que posibilitan, autorizan experiencias impensables hace tan sólo dos décadas atrás.
Sin embargo, éstas se superponen a  imperativos de  la modernidad produciendo contradicciones, desorientaciones y dificultad para comprender qué es lo que cada uno puede vivir y qué no, qué es lo que potencia y qué lo que destruye.

 

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